El capitalismo desconoce todo límite, desconoce así tanto la muerte como el deseo, es decir, desconoce la vida a la que confunde con la producción de basuras. Esa falta de límite terminaría destruyendo la vida salvaje, lo que conlleva la expulsión de los microorganismos de su medio natural de origen.
Confundimos libertad con “libre mercado”. Así desconocíamos nuestra implacable condena como mercancías.