Decirle adiós a la política es renunciar, perder y renunciar a otra cosa que no sea seguir perdiendo: es, también, rendirle pleitesía a la inercia. Y para gobernar hacen falta voluntades capaces de ir mucho más allá de la inercia.
Yo nací en Alcalá de Henares, pero de adolescente tenía “prohibido” ir a las fiestas locales. Cuestiones de admisión tácita: allí habitan o dominan los nazis, y el miedo a una paliza —o a la muerte— puede ser superior a las ganas de vivir