“Hay toda una genealogía que nos ha enseñado que la combinación de rezos, símbolos fascistas y muñecas hinchables no sale nunca bien. Huele a victoria, no a paz. Apesta a rancio”.
“Hacer como que no pasa nada y apartar la mirada es de una irresponsabilidad tremenda y se lleva haciendo años. Antes eran palabras homófobas escritas en la pizarra. Hoy son voces que quieren cantar el cara al sol o repiten bulos en voz alta, a veces a gritos”, escribe Noelia Isidoro.