El 31 de marzo de 2014 se ofició en Madrid el funeral de Estado para despedir al expresidente del gobierno español Adolfo Suárez (1976–1981). Entre los múltiples asistentes se encontraba el jefe de Estado de la República de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, junto a su esposa, Constancia Mangue Nsue. La presencia del dictador, formado en la Academia Militar de Zaragoza durante el franquismo, protagonista del golpe de Estado de 1979 contra Francisco Macías Nguema, resultó enormemente embarazosa para las autoridades españolas. Estas últimas habían desplegado toda la parafernalia del Estado con motivo del fallecimiento de Suárez en un intento de apuntalar el discurso sobre el carácter democrático del régimen inaugurado en España en 1978, que estaba siendo fuertemente contestado. La comparecencia del dictador ecuatoguineano en el funeral de Adolfo Suárez, quien era considerado como padre de la democracia española y figura clave del proceso de transición, ponía en riesgo la imagen democrática de unidad, consenso y fortaleza que el gobierno español y parte de la oposición querían ofrecer. Asimismo, ponía en duda su relato sobre la transición política de la dictadura a la democracia. La presencia de Obiang en las exequias de Suárez no solo traía consigo el recuerdo de un pasado colonial incómodo, sino que cuestionaba la imagen de Suárez como fiel valedor de la democracia. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el entonces jefe de Estado, el rey Juan Carlos I, saludaron discretamente a Obiang evitando las cámaras de los periodistas que cubrían el acto. Prohibir su asistencia hubiera supuesto una afrenta contra el gobierno dictatorial de esta excolonia española rica en petróleo.
La asistencia al funeral de Estado por parte del dictador resultaba aún más paradójica, si se tenía en cuenta que veintidós años antes, en 1992, Obiang había rechazado a Suárez como mediador –vetando su entrada en Guinea– cuando este, con el apoyo del entonces presidente del Gobierno, Felipe González, trató de exportar a la excolonia un proceso similar al que tuvo lugar en España tras la dictadura franquista. Pese a aquel desplante, en 2014 Obiang deseaba vincularse con la encumbrada figura de Suárez. Pretendía mostrarse abierto a un diálogo, impulsado por la oposición política guineana y apoyado por las fuerzas políticas españolas, que tenía por objetivo iniciar un proceso de democratización en Guinea Ecuatorial. El documento en el que se plasmó esta iniciativa –el llamado Manifiesto de Madrid (AA.VV. 2014a)– solicitaba la aprobación en Guinea de una ley para la “reconciliación nacional”. Su retórica recordaba la interpretación dominante sobre la transición política española, fuertemente cuestionada desde 2011.
Salvo contadas excepciones, el pasado colonial no ha estado presente hasta ahora en los debates públicos en torno a la definición de la nación y la memoria democrática, que han tenido lugar en las últimas décadas en el Estado español. Llama la atención esta ausencia, teniendo en cuenta que España abandonó los últimos territorios coloniales reconocidos en África a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Por el contrario la memoria sobre la guerra civil y el franquismo ha ocupado un lugar central en dicho debate. Durante más de 30 años el relato sobre una transición modélica, que interpreta la guerra como una tragedia colectiva –cuyos responsables no pueden ser identificados, ya que “todos fuimos culpables”– ocupó un lugar dominante en la esfera pública. No obstante, a principios del siglo XXI, ese relato comienza a ponerse en cuestión de manera reiterada, en el contexto de las reivindicaciones de las víctimas del franquismo y la presencia de las fosas comunes en el espacio público y mediático. Dicho relato implosionó tras los acontecimientos del 15 de mayo de 2011 (15M) que tuvieron lugar en numerosas ciudades. A partir de ese momento tomó fuerza una visión que cuestionaba las dinámicas políticas, económicas, sociales y culturales que se habían consolidado con la democracia y que han sido identificadas recientemente como parte de un paradigma cultural, llamado “Régimen del 78”, en alusión al año en que fue aprobado el texto constitucional, bajo la presidencia de Adolfo Suárez (Martínez 2012). No obstante, resulta significativo que la conocida como “Ley de memoria histórica” española, la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura (BOE 2007), no mencione el colonialismo ni a las personas que sufrieron segregación y violencia durante el periodo colonial, incluido el franquismo.
Pues bien, es precisamente este contexto de rememoración el que ha impulsado en España un interés por conocer otro pasado velado, el relativo al colonialismo español en África. En los últimos años se han publicado numerosas novelas y producido series de televisión, películas y documentales que abordan la colonización española en diferentes territorios. El objetivo de este artículo es explorar los relatos que se están construyendo en el Estado español sobre la colonización española, especialmente aquellos sobre los procesos de descolonización, situándolos en relación con el contexto de rememoración sobre la guerra civil española y el franquismo. En él analizo cómo se articulan los relatos sobre el pasado colonial español en África, en comparación con las formas en que se ha representado preponderantemente la guerra civil española en las últimas décadas. Las narrativas sobre el pasado colonial producidas en la exmetrópoli toman como referencia estrategias narrativas utilizadas previamente por las novelas y películas sobre la guerra civil y el franquismo, con el objetivo de restaurar públicamente la memoria de los excolonos, justificar su participación en el sistema colonial y reivindicar su legitimidad histórica. Estos artefactos culturales participan de un discurso sobre el pasado que reproduce en el presente las lógicas coloniales, fundamentadas en una teoría de la modernización y el progreso que sitúa Occidente como modelo universal. Estos discursos se producen en un contexto de redefinición de los relatos sobre la transición española y de debate sobre el discurso de la reconciliación nacional, cuya retórica es utilizada para codificar el conflicto sobre el pasado colonial.
Este texto se estructura en torno al análisis de la novela Palmeras en la nieve (2012), de Luz Gabás, máximo exponente hasta la fecha de este fenómeno memorial y ejemplo paradigmático del discurso hegemónico español sobre la colonización en África. Publicada por la editorial Planeta, una de las más influyentes en el ámbito de habla hispana, esta novela se convirtió rápidamente en un éxito de ventas y fue llevada posteriormente al cine por Fernando González Molina7. Tanto la novela de Gabás como la película de González Molina participan de un discurso neocolonial que redefine las relaciones entre la excolonia y la exmetrópoli a partir de un relato sobre la reconciliación, entre colonizados y antiguos colonos, elaborado en el contexto español de rememoración e influido por él. Este relato se enmarca en un contexto más amplio de negación del colonialismo como parte intrínseca de la formación de los estados nacionales; de aumento del apoyo a los partidos ultraderechistas xenófobos y de defensa abierta de las bondades del colonialismo, dentro y fuera de Europa (Deauville 2017; Biggar 2017; Laterza 2017; Salem 2017).
Transferencias culturales: la memoria de la guerra civil como modelo
Muchas de las autoras españolas que se han interesado por el pasado colonial español en África y Asia son descendientes de antiguos colonos. Este es el caso de María Dueñas, cuya novela El tiempo entre costuras (2009) se sitúa en buena medida en el antiguo Protectorado español en Marruecos; de Gemma Freixas, autora de Casino Santa Isabel (2013) y de Malabo i les cendres (2015), sobre Guinea Ecuatorial; o de Inma Chacón, autora de Las filipinianas (2007), basada en los relatos de sus antepasados vinculados con la colonia española en Filipinas. Luz Gabás, por su parte, es descendiente de colonos de la Guinea Española y reside en el Valle de Benasque, en el Pirineo aragonés, donde una parte de la población emigró desde finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX a Guinea Ecuatorial, incluidos su padre y su tío. Gabás fue alcaldesa de la Villa de Benasque bajo las siglas del Partido Popular entre 2011 y 2015, y se identifica políticamente con el ala neoliberal de este partido.
Palmeras en la nieve toma como referente algunos relatos sobre la guerra civil y el franquismo, publicados durante la primera década del siglo XXI, particularmente el modelo de El corazón helado, de Almudena Grandes, quien al contrario que Gabás, se sitúa políticamente próxima a Izquierda Unida. Como aquella, Gabás utiliza en su novela una temporalidad doble, a través del relato de una investigación sobre el pasado, que tiene lugar en el presente de la novela. Así, el personaje de Clarence, hija y sobrina de excolonos, como Gabás, investiga el pasado de su familia, especialmente la relación amorosa que tuvo lugar en la colonia entre su tío, Kilian, y una mujer bubi, Bisila. Almudena Grandes realizó, por su parte, una crítica a la transición, que conllevó la marginación de aquellos que habían luchado por defender al gobierno democrático en 1936. Escribió El corazón helado con el objetivo de reconocer públicamente a los vencidos en la guerra. La novela fue escrita en el contexto del debate público que finalmente dio lugar a la Ley de memoria histórica (2007) y propone una concepción republicana de la nación española (Santamaría Colmenero 2012,2013).
Tanto en Palmeras en la nieve como en El corazón helado, el descubrimiento de documentos tiene un papel fundamental, por cuanto atestigua la existencia de un pasado ocultado durante la dictadura y la democracia, desconocido para las generaciones contemporáneas. Ambas novelas sitúan las segundas y terceras generaciones en la posición de poder redimir el pasado y los errores cometidos por sus ascendientes. Otro de los elementos que ambas tienen en común es su apartado final, en el que las autoras explican los motivos que las han llevado a escribir sus respectivas novelas y las fuentes orales y bibliográficas que han utilizado. En ambos casos se trata de una sección que pone de manifiesto la voluntad de dar testimonio y de señalar el carácter ficticio de sus novelas. Almudena Grandes se muestra menos preocupada por reflexionar sobre las dificultades que comporta traer el pasado al presente que por dar visibilidad a los perdedores de la guerra. La autora utiliza este apartado para dar cuenta de una verdad que considera silenciada por las autoridades españolas y los relatos dominantes. El corazón helado participa así del movimiento que reclama un reconocimiento público de las víctimas del franquismo por parte del Estado español. Exige la recuperación de los cuerpos de las víctimas del franquismo y elabora un relato que contesta el discurso sobre la transición modélica basado en el discurso sobre la reconciliación nacional (Grandes 2007).
Similar aparentemente en su forma, el apartado metatextual presente al final de Palmeras en la nieve persigue un objetivo bien distinto. Al igual que Almudena Grandes, Luz Gabás explica en él lo que hay de ficción y de verdad en su novela, cuáles han sido sus fuentes y cuál su motivación para escribir esta obra. El primer objetivo es, como en El corazón helado, dar cuenta de la verdad que alberga esta ficción (Gabás 2015, 723). Como Almudena Grandes, esta autora tiene una voluntad pedagógica e incluye las referencias de la documentación que ha consultado para la escritura de su novela. Sin embargo, mientras que Grandes ponía en cuestión el relato sobre la reconciliación de la transición española, Gabás defiende un discurso sobre la reconciliación entre España y Guinea Ecuatorial. Este discurso reivindica el reconocimiento histórico de los antiguos colonos y ha tenido mayor proyección que sus reclamaciones al Estado español de compensaciones económicas por las pérdidas que comportó la descolonización de Guinea y su apresurada repatriación. Como hace la ideología de la reconciliación y el consenso, que ha vertebrado la nación española en torno a una interpretación del pasado sobre la guerra civil y el franquismo que no reconoce la existencia de victimarios, la reconciliación propuesta en esta novela elude el reconocimiento de las atrocidades cometidas durante el periodo colonial. Así, la autora da cuenta de las fuentes utilizadas, pero no reflexiona sobre los mecanismos que han dado lugar al archivo colonial del que ella misma se sirve, con lo que acaba reproduciendo y fortaleciendo su imaginario y sus lógicas de poder. Señala así su “curiosidad por las cosas que no nos habían contado y por conocer la otra versión, es decir, la de los nativos de allí que, en mi opinión, no siempre eran o han sido representados ni en las narraciones ni en las novelas de viajes con el respeto y dignidad debidos” (Gabás 2015, 724). Pese a esto, en la novela predomina la elegía sobre la antigua Guinea Española. En este sentido, la obra contrasta sobremanera con los estudios de investigadoras que recientemente han tratado de recuperar la agencia negada por el archivo colonial (Sampedro Vizcaya 2008; Valenciano-Mañé 2014; Martino 2014; Plasencia Camps 2015).
Ambas novelas participan de un proceso de redefinición de la identidad nacional española, pero lo hacen en sentidos opuestos. Las dos elaboran un discurso sobre la reconciliación. No obstante, mientras que para Grandes esta solo es posible tras aceptar críticamente los errores del pasado, Gabás defiende la necesidad de olvidar y mirar hacia el futuro. El corazón helado cuestiona el discurso hegemónico sobre la transición modélica y la reconciliación nacional. Palmeras en la nieve refuerza, por su parte, los relatos dominantes sobre el pasado colonial español y contribuye a imaginar una identidad nacional española construida sobre la negación de la violencia colonial y la exclusión de la diferencia. Ambas novelas despliegan, además, un discurso nostálgico sobre el pasado. Mientras que El corazón helado proyecta la nostalgia sobre la Segunda República española, Palmeras en la nieve idealiza las relaciones coloniales en la Guinea Española. El corazón helado homenajea a los republicanos y exiliados, particularmente a los militantes del Partido Comunista Español por su papel fundamental en la oposición a Franco. La novela de Grandes se inserta así en el seno de una cultura política que toma la herencia de la Segunda República como referente para la democracia española, en lugar de situar la transición política como momento fundacional. Palmeras en la nieve, por el contrario, bebe del discurso dominante sobre la transición, basado en el relato sobre la reconciliación y el consenso, y lo utiliza como modelo para elaborar una propuesta sobre cómo gestionar el pasado y la relación entre España y su excolonia. En este sentido, Gabás estaría más influida por el discurso político sobre la reconciliación desarrollado por escritores como Javier Cercas (2001), Antonio Muñoz Molina (2009) o Andrés Trapiello. Palmeras en la nieve renegocia el pasado colonial contribuyendo a consolidar una imagen nostálgica y benevolente del mismo que, lejos de denunciar las atrocidades del colonialismo, sirve como justificación y alimenta la compleja relación de poder que existe en la actualidad entre la excolonia y la exmetrópoli.
Régimen racializado de poder
El inicio de Palmeras en la nieve sitúa al lector como voyeur en la intimidad de una escena de sexo, de pasión amorosa envuelta por una tormenta tropical que tiene lugar en el exterior de una habitación. Stuart Hall demostró el papel que juega la imaginación en la construcción de la alteridad y la importancia de aquello que, pese a no ser dicho ni mostrado, es imaginado por el espectador (2013). El escenario con el que se abre la novela traslada al lector español inmediatamente a África, vinculada en el imaginario popular tradicional con el estereotipo de una naturaleza exuberante que favorece supuestamente un comportamiento sexual desenfrenado. La novela induce al lector a fantasear con la supuesta potencia sexual excepcional de las mujeres africanas. Comienza con la imagen de dos cuerpos que el lector percibe como racializados, un amor que se presenta imposible y una voz omnisciente que anuncia la posición política de la autora frente al hecho colonial. La despedida amorosa se muestra inevitable, determinada por el destino de ambos cuerpos, que deben regresar cada uno a su lugar. La fatalidad con la que se abre la novela revela ya su mensaje despolitizador. La voz narradora desposee a Kilian y Bisila, los protagonistas, de su agencia y muestra sus actos como fruto del destino que esa misma voz parece dirigir. Ambos carecen aparentemente de la posibilidad de oponerse al hado fatal de la separación. El amor interracial constituye aquí la expresión de una dominación colonial que se presenta como deseada, simbolizada en la relación amorosa de la pareja, y dispone al lector en contra de la desdichada separación, es decir, en contra de la independencia de la colonia.
Palmeras en la nieve narra varias historias de amor. La principal, que tiene lugar en época colonial, concierne a Kilian, joven procedente del Pirineo aragonés que emigra a la antigua isla de Fernando Poo (actual Bioko) donde trabaja como empleado en la finca de cacao Sampaka; y a Bisila, mujer bubi que trabaja como enfermera en dicha finca. Kilian y Bisila se profesan un amor sincero que se verá truncado meses después de la independencia de Guinea Ecuatorial, cuando Kilian se ve obligado a abandonar la isla ante el peligro que corre su vida, en el contexto de la dictadura de Macías. Kilian y Bisila no tendrán nunca hijos biológicos, aunque Kilian adoptará por un tiempo, como suyos, a los hijos de Bisila, Iniko y Laha, este último fruto de una violación cometida por un hombre blanco.
Esta historia de amor interracial reproduce los estereotipos y las formas dominantes de entender la relación colonial en Occidente. Sumamente paternalista, la novela forma parte del andamiaje del imaginario colonial actual. Palmeras en la nieve niega la dimensión racial de la relación entre los amantes, pese a que concede cierto protagonismo a algunos personajes guineanos. Las dificultades a las que se enfrentan los protagonistas de Palmeras en la nieve parecen tener más que ver con la condición de casada de Bisila y con los azares de la política hispano-guineana que con un sistema colonial fundamentado sobre la segregación racial y el control sexual de las mujeres negras y, aunque de un modo distinto, también sobre el de las mujeres blancas. Un sistema que condenaba las relaciones sexuales interraciales –con ayuda de la Iglesia católica– mientras las alentaba de facto de manera no regulada, como pilar fundamental del aparato colonial (Nerín 1998).
Como ha señalado Alba Valenciano-Mañé (2014), la representación del cuerpo contribuye de forma crucial a la construcción de la alteridad. Las identidades del colonizador y del colonizado se construyen a través de su imagen corporal, mediante la cual se establecen categorías raciales que justifican la dominación. La película de González Molina ejerce un papel fundamental en este sentido, amplificando los efectos de la novela. Las imágenes que formaron parte de la campaña publicitaria de la película y adornaron las marquesinas de muchas ciudades españolas en la navidad de 2015, reforzaron un régimen de representación racializado. En las mismas, las protagonistas femeninas de la película son representadas de maneras muy diferentes en función de la “raza” que se les atribuye. Mientras que Julia, hija de colonos y amiga de Kilian, aparece en los carteles de frente, sonriente, con un radiante vestido blanco, Bisila lo hace de espaldas, con la cabeza baja, en actitud sumisa, el pelo recogido y con un traje estampado que deja al desnudo su brillante espalda y sugiere en el espectador la vinculación entre el color de su piel y la esclavitud.
La fatalidad del amor imposible entre Kilian y Bisila, sobre el que se estructura la novela de Gabás de principio a fin, trata de resolverse de manera más coherente en la versión cinematográfica, en la medida en que en ella se dibuja un intento fallido por parte de Kilian de regresar a España con Bisila, tras la independencia. La novela no explicita cómo la segregación racial prohibía, como una ley no escrita, los matrimonios interraciales. La separación se vincula en la novela con la necesidad de huir de Kilian, ante la persecución desatada por una antigua amante, y de manera general con el caos y la violencia contra los blancos alentada por el régimen de Francisco Macías tras la crisis diplomática de 1969. La versión cinematográfica, donde se muestra cómo Bisila y sus hijos tratan de viajar a España junto a Kilian, sin conseguirlo, fortalece la coherencia de la trama amorosa, pero no logra explicar por qué, una vez pasados aquellos momentos de confusión y represión o tras la caída del régimen de Macías en agosto de 1979, los amantes no intentaron reunirse y reconstruir su relación. La relación de Kilian y Bisila queda así presa de su simbología, como una relación yerma, y contribuye a alimentar la nostalgia de los años de juventud en el paraíso colonial.
Amor romántico y “modernidad”
A lo largo de la novela encontramos una reflexión en torno a la situación de las mujeres guineanas y españolas, tanto en la época colonial como en la actualidad. Mientras Bisila es presentada como la mujer entregada al amor eterno y verdadero con Kilian, el “ángel del hogar”, la novela y el film demonizan la figura de Sade, la mala mujer, la prostituta que solamente se relaciona con los blancos a cambio de dinero. En la época colonial, destaca el hecho de que Julia envidie la libertad sexual de la que gozan sus colegas masculinos, así como la supuesta libertad de las mujeres guineanas con las que estos tienen relaciones sexuales. Esa libertad, vinculada con la sexualidad, se simboliza en la película a través de la danza en la que aquellas participan junto a los hombres, aparentemente desinhibidas, y en la que Julia añora tomar parte. La referencia a esa danza enigmática y atrayente para los ojos occidentales conecta con el imaginario colonial que construye al otro a partir de una diferenciación que afecta también a los cuerpos. Los cuerpos libres de los guineanos, aparentemente nacidos para gozar, contrastan con las múltiples amarras que impiden a Julia formar parte de esa danza. En el film, su participación en el baile –que no se consuma en la novela– no hace sino subrayar la diferencia. Esta escena da lugar a una interpretación ambivalente. Por un lado, sugiere –haciendo uso del estereotipo– la supuesta mayor cercanía de los africanos con la naturaleza, lo irracional y los sentimientos. Por otro, supone una crítica al modelo de mujer del régimen franquista.
Por ello, resulta enormemente significativo que sea una mujer, Clarence, la protagonista de la investigación que da lugar a la novela. Mientras que en el pasado la metrópoli es representada de manera masculina por Kilian y la colonia es feminizada a través de Bisila, en la época contemporánea son dos mujeres, Clarence y Daniela, ambas con formación universitaria, quienes actúan como metáfora de la metrópoli en sendas relaciones amorosas. Hemos de tener en cuenta que el discurso hegemónico sobre la modernidad occidental considera la libertad de las mujeres como un factor fundamental y mide la modernidad de los pueblos en función de la posición que estas ocupan en ese relato. Así, el hecho de que Luz Gabás feminice a la exmetrópoli en el presente, lejos de constituir un mecanismo transgresor, fortalece la mirada orientalista y la colonialidad. La modernidad que Gabás vincula con Clarence y Daniela, como mujeres libres e independientes, contrasta con la posición de las mujeres guineanas y traza el camino que Guinea debe seguir para alcanzar la modernidad y la civilización occidental.
El amor romántico fue considerado en Europa, desde finales del siglo XVIII, como una forma de amor superior, vinculada exclusivamente con la civilización europea (Passerini 2004). Al igual que Almudena Grandes en El corazón helado, Luz Gabás articula una narración sobre el pasado colonial basada en el mito del amor romántico. De este modo la relación entre Kilian y Bisila se presenta como un amor eterno, que ha sido capaz de sobrevivir al tiempo y la distancia. Este amor romántico entre Kilian y Bisila contrasta con la relación que Bisila tiene con su marido, un hombre nigeriano llamado Mossi. Mientras Bisila mantiene con Mossi una relación sexual, el amor que siente por Kilian conjuga la atracción sexual corporal con un fuerte lazo espiritual. El amor romántico se fundamenta supuestamente en la relación entre dos individuos libres e iguales, y en época colonial se consideraba que esta forma de amor no estaba al alcance de las parejas interraciales. La novela se muestra en este sentido ambivalente, en la medida en que Bisila participa del amor romántico en su relación con Kilian, un hombre blanco, pero no podrá experimentar dicho amor con ningún otro hombre. Esa ambivalencia se muestra también en el diferente desenlace que tienen las parejas interraciales de las que forman parte Clarence y Daniela.
Llama la atención el contraste entre la historia de amor que tiene lugar en época colonial entre Kilian y Bisila y los testimonios descarnados recogidos en el proyecto Guinea en patués, que inspiró a Gabás en la escritura de su novela. Este proyecto tenía por objetivo rendir homenaje a los habitantes del Valle de Benasque que habían emigrado a Guinea durante la época colonial, mediante la edición de un libro y la realización de una película documental que recoge los testimonios de algunos de aquellos. En ella, los excolonos españoles identifican la colonia como un lugar erótico por naturaleza, pero en el que resultaba difícil encontrar una mujer con quien casarse, es decir, una mujer blanca. Según apuntan varios testigos, aquellos que deseaban hacerlo hubieron de abandonar la colonia antes de envejecer y muchos de los que decidieron quedarse han permanecido solteros (Brunet, Cosculluela y Mur 2008).
Según el mito del amor romántico, el enamoramiento no depende de las voluntades de los enamorados, sino que es algo irracional e incontrolable, regido por el destino (Pascual Fernández 2016). En la novela Palmeras en la nieve, los dos protagonistas se sacrifican el uno por el otro, señal, según este paradigma, de que verdaderamente se aman. Pero Bisila parece sacrificarse más, ya que permanece en la Guinea dictatorial, tras la independencia, con la única promesa de que se amarán para siempre en la eternidad, después de la muerte. La película lleva este relato hasta el límite. Bisila, tras conocer la noticia de que Kilian ha fallecido en su tierra natal, se adentra y sumerge en el mar, en la playa donde cuarenta años antes se habían jurado amor eterno. No obstante, Kilian se casará a su regreso a España con otra mujer, con la que tendrá a su hija Daniela, mientras se sugiere que Bisila mantendrá una relación con un compañero de trabajo, quien actuará a su vez como protector en el contexto dictatorial. La idea del amor eterno y verdadero como algo que lo llena todo va acompañada de una concepción del amor que implica renuncias y sufrimiento. Este discurso está presente en las novelas escritas en España tanto sobre la guerra civil como sobre el pasado colonial. Palmeras en la nieve cubre las relaciones sexuales interraciales, especialmente las que suceden en el pasado, con la pátina del amor romántico, una construcción social fundamental para el discurso hegemónico de la modernidad occidental. Esta forma de amar es identificada como la verdadera por el discurso patriarcal y contribuye en este caso a idealizar además el pasado colonial.
Exportar la democracia: infantilización y paternalismo
En abril de 2012, dos meses después de que saliera a la luz la novela de Luz Gabás, el debate en torno a la cuestión de la falta de compensaciones recibidas por los antiguos colonos de la Guinea Española regresó al Congreso de los Diputados y fue cerrado, una vez más, sin acuerdo. Este debate había estado presente de manera intermitente en el Parlamento español desde los años ochenta, gracias al apoyo que grupos como Convergència i Unió habían ofrecido al colectivo de antiguos propietarios en la Guinea Española, que pedía indemnizaciones similares a las que se habían concedido a los excolonos del Sahara. Pese a que tanto el PP como el PSOE habían apoyado las propuestas de CiU con respecto a los excolonos guineanos estando en la oposición, no hicieron lo mismo cuando se encontraron en el gobierno.
Algunos antiguos colonos sostienen abiertamente un discurso nostálgico según el cual los guineanos, sometidos a un régimen dictatorial, están hoy peor de lo que estaban con la colonia, mientras las personas que podrían haber mantenido la riqueza de aquellas tierras han sido denostadas y su memoria silenciada en España. La retórica de la “recuperación de la memoria histórica” se pone, en estos casos, al servicio de la reivindicación del sistema colonial mediante el discurso según el cual la colonización y el trabajo fueron fuentes de progreso. Como en la época colonial, con el argumento de mostrarles la civilización a los africanos, se justifica su explotación y la de los territorios colonizados (Aixelà Cabré 2017).
En línea con las reivindicaciones morales y económicas de los excolonos, la novela de Gabás defiende sutilmente que las dictaduras posteriores a la colonización fueron mucho más negativas para los propios guineanos que el colonialismo español. Elabora así un relato conciliador sobre el pasado enormemente complaciente con las relaciones actuales entre España y su antigua colonia. De este modo infantiliza a la población guineana –bajo la idea de que “no saben gobernarse solos”– y muestra la colonización como un mal menor en el proceso modernizador en el que la metrópoli, como entonces, sería el principal referente a seguir para alcanzar la civilización.
Por otra parte, la autora compara la antigua isla de Fernando Poo, donde se desarrolla la novela, con el valle de Pasolobino, transmutación del Valle de Benasque, en el Pirineo de Huesca. Esa comparación entre los lugares de procedencia de Kilian y Bisila, simbolizados respectivamente por la nieve y las palmeras, fomenta una interpretación falsa del colonialismo como una relación igualitaria y simbiótica, como si colonos y colonizados se hubieran encontrado en situaciones diferentes pero comparables e incluso paralelas. Este paralelismo niega por completo la relación de poder colonial y justifica la dominación como motor de civilización y progreso. En esta línea, la novela subraya la decadencia de la finca en la época postcolonial. Esta lectura de Gabás concuerda en buena medida con la que realizan muchos excolonos, quienes recuerdan con nostalgia la época colonial y silencian la segregación. De este modo, Gabás termina justificando la colonización por sus supuestos beneficios económicos. Asimismo, trata de exculpar a los colonos de su responsabilidad y la traslada en exclusiva a los gobiernos. Al igual que en Guinea en patués, el objetivo es explicar las motivaciones que condujeron a los hombres del valle a trasladarse a la colonia en busca de una vida mejor.
Como hemos visto, la novela de Gabás participa de una teoría de la modernización que interpreta la historia como un progreso lineal donde Occidente es el modelo a seguir y sus parámetros son criterios de modernidad y progreso considerados universalmente objetivos. De su lectura se desprende que la colonia debe seguir los pasos de aquellos pueblos del Pirineo que han tenido que hacer frente a los aspectos negativos de la modernización –la pérdida de sus tradiciones, según la novela–, poniendo énfasis en sus aspectos positivos –el progreso y la modernización–. De este modo, el crecimiento del negocio inmobiliario en el valle, a partir de los años setenta, es visto como un mal menor, fruto de la activación económica de la zona a causa de la apertura de unas pistas de esquí y la llegada masiva del turismo. Esta comarca y los cambios que se han producido en ella, en un contexto económico neoliberal, son presentados como referente para la excolonia.
Las dos historias de amor contemporáneas representan lo que la autora percibe como dos posturas políticas diferentes respecto a cómo España debe relacionarse con su excolonia. De este modo, la historia de amor entre Iniko (hijo de Bisila) y Clarence (sobrina de Kilian) representa la posición política que Gabás considera desafortunada. Iniko trabaja en la actualidad en la finca Sampaka donde lo hicieron años atrás los familiares de Clarence. Ambos se conocen cuando esta acude a la finca, en su viaje a la isla, para buscar información sobre sus ascendientes en los archivos, y allí viven un apasionado romance teñido con el exotismo propio de las novelas coloniales y del amor interracial. Iniko es muy crítico con la colonia y la actuación de los españoles. Clarence, por su parte, trata de mantener una actitud crítica, no libre de nostalgia. Ambos son contrarios al gobierno de Obiang y cuestionan las relaciones que España mantiene con este. Su historia de amor, construida sobre un posicionamiento crítico con el pasado colonial, no continuará tras la estancia de Clarence en la isla. Al igual que la relación amorosa de Kilian y Bisila, tras la independencia, esta es presentada como un amor imposible.
Por el contrario, la historia de amor protagonizada por Daniela y Laha (hija de Kilian e hijo de Bisila, respectivamente), que se inicia en España tras una visita de Laha al Pirineo, sí llega a buen puerto. Daniela se trasladará a EE.UU., donde este trabaja para una compañía petrolífera que posee explotaciones en Guinea Ecuatorial. Ambos tienen una postura menos crítica que Clarence e Iniko con respecto al pasado colonial y las relaciones contemporáneas entre España y Guinea. Estos personajes continúan el amor imposible, pero eterno, de sus respectivos padres, quienes nunca tuvieron hijos juntos. A través de su unión –y de su descendencia– el pasado queda supuestamente redimido. La relación entre Laha y Daniela, y de manera especial su descendencia, simboliza la reconciliación. Dicha reconciliación se presenta fuera del alcance tanto de Clarence e Iniko –cuya actitud hacia el pasado colonial reconoce abiertamente el conflicto– como de Kilian y Bisila, quienes no tendrán descendencia.
La novela no se cuestiona ni el vínculo entre los gobiernos dictatoriales actuales y las dinámicas coloniales y continuistas previas, ni la responsabilidad española en el mantenimiento del status quo en Guinea Ecuatorial. Por ejemplo, a diferencia de Daniela, Clarence se muestra crítica con la política de ayuda económica al régimen de Obiang, mientras que su prima trata de justificar dicha política en beneficio, supuestamente, de la población guineana: “Guinea necesita ayuda internacional, pero entregarla significa tratar con un dictador. Vaya dilema, ¿eh? Pues mira, yo tengo una respuesta clara. Los principios morales son difíciles de mantener en situaciones de pobreza y necesidad” (Gabás 2012, 715). Se legitiman así las políticas españolas hacia Guinea Ecuatorial llevadas a cabo por los gobiernos de la democracia en los últimos veinte años, que no han hecho sino respaldar la dictadura, en beneficio de los intereses comerciales de empresas españolas.
A diferencia de lo que ocurre en El corazón helado, la historia de amor redentora es en Palmeras en la nieve la que permite mirar hacia el futuro sin posicionarse firmemente contra el pasado colonial, ni juzgar la relación de las autoridades españolas con el dictador actual. La tesis principal se enmarca dentro del discurso neoliberal y queda representada tanto en la actitud de Daniela como en la voz narradora, que parece coincidir, en ocasiones, con la de la autora: la metrópoli y la excolonia no se deben nada, deben tratarse de igual a igual, miremos al futuro y ¡hagamos negocios juntos! (Álvarez Chillida 2016).
La novela apoya, de este modo, las políticas de acercamiento al Gobierno guineano sostenidas por los distintos gobiernos españoles de la democracia, especialmente tras el descubrimiento del petróleo, y que han avalado el régimen represivo de Obiang. Desde que en 1996 los yacimientos de petróleo comenzaron a ser productivos, la dependencia del gobierno guineano de la ayuda exterior se redujo y aumentaron los intereses españoles por participar en la industria de los hidrocarburos en Guinea Ecuatorial. Desde entonces, tanto los gobiernos del Partido Popular como los del Partido Socialista han tratado de aumentar las inversiones españolas en Guinea Ecuatorial, sin importarles los atentados contra los derechos humanos, como ha quedado reflejado en los diferentes documentos que han marcado las líneas de actuación gubernamental española hacia Guinea en las últimas décadas (Campos Serrano 2003, 2011).
La verdad que se descubre en esta novela de investigación no se reduce al hecho de que Kilian tuvo una relación amorosa silenciada posteriormente, sino a que su hermano Jacobo violó a Bisila y Laha nació como fruto de esa violación. La redención del pasado se produce en la novela a través de la unión entre Laha –símbolo de la violencia de la colonia– y Daniela, heredera del colonizador. La verdad que aflora en la novela es que esta es una relación legítima, no incestuosa, puesto que Laha no es hijo de Kilian, como el lector sospecha, sino fruto de la violación en la que participó su hermano. Es decir, la autora defiende que las relaciones presentes entre la colonia y la exmetrópoli son perfectamente legítimas, y que hay que mirar hacia adelante, sin dejar que una actitud excesivamente crítica con el pasado arruine un futuro prometedor. El simbolismo que encierra la relación entre Laha y Daniela, y particularmente sus hijos, apunta a la necesidad de construir un futuro sin rencor y sin odio. En la novela de Gabás, el personaje de Daniela desoye la última petición de Kilian en su lecho de muerte para que lleve a la isla de Bioko un puñado de tierra de su casa en el Pirineo, dejando este encargo a la voluntad de Clarence e Iniko. Estos, en última instancia, estarían contribuyendo a la redención del pasado. Contrasta la actitud de Daniela con la de Álvaro y Raquel, protagonistas de El corazón helado. Estos últimos cumplen las promesas de sus respectivos abuelos y construyen su amor a partir de una mirada crítica hacia el pasado.
Exportar la transición política a Guinea Ecuatorial –conceptualizada bajo el discurso de la reconciliación y el consenso– y apuntalar un sistema que permita la participación de las empresas españolas en la economía guineana para el supuesto beneficio de ambos pueblos, es la propuesta política por la que parece apostar esta novela. Este discurso responde a otro –muy minoritario– que en 2011, en el contexto de la Primavera Árabe y del movimiento 15M, solicitaba a los gobernantes españoles que actuaran contra Teodoro Obiang de manera contundente, como lo habían hecho para derrocar a otros dictadores norteafricanos, apoyando a los movimientos prodemocráticos y rebeldes (Barrios y Manrique 2011). Como apuntábamos al comienzo de este artículo, tres años más tarde, en 2014, todos los grupos parlamentarios secundaron una proposición no de ley planteada por el PSOE en el Congreso de los Diputados (BOCG 2014) en la que apoyaban una “verdadera reconciliación nacional” que avalara el diálogo que parecía haberse iniciado entre los grupos de la oposición democrática guineana y el gobierno de Obiang. Reforzaban de este modo la posición de España como mediadora sobre la base de la experiencia supuestamente modélica de su transición política a la democracia. El debate parlamentario estuvo permeado de expresiones que recordaban a las utilizadas en el debate que tuvo lugar a propósito de la memoria de la guerra civil, el franquismo y la transición (“reconciliación nacional”, “cerrar las heridas”). Por otro lado, sin embargo, también estuvo plagado de reflexiones que, provenientes de portavoces de grupos de distinto signo político, denotaban una concepción eurocéntrica de la modernización. Así, CiU alentaba a “consolidar la evolución en un país amigo”, mientras que el portavoz del grupo mixto, de Eusko Alkartasuna, se lamentaba de que, habiendo Guinea copiado el modelo del Estado dictatorial del que se independizó, no hubiera imitado a este en el camino hacia la democracia. La portavoz del PSOE, partido que realizó la proposición, y entonces exministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, subrayó por su parte la oportunidad que el apoyo a este proceso suponía para “consolidar la dimensión africana de nuestra política exterior”, así como para “mantener el español como lengua mayoritaria” en Guinea Ecuatorial (Diario de Sesiones 2014). La propia retórica del acto, impregnada de buenas intenciones, dejaba ya entrever los intereses que defienden los diferentes partidos españoles en este país y sus posturas respecto al pasado colonial. Fue precisamente en ese contexto –en el que los diferentes grupos parlamentarios presentaron España como modelo y como posible mediador en el proceso de transición guineano– en el que fue estrenada, pocos meses después, la superproducción cinematográfica de Palmeras en la nieve . No obstante, aquel proceso de reconciliación nacional en Guinea Ecuatorial, iniciado por los firmantes del Manifiesto de Madrid y apoyado por el Congreso de los Diputados español, ha resultado fallido.
Los relatos españoles hegemónicos sobre el pasado colonial en Guinea Ecuatorial contrastan con los de numerosos escritores e intelectuales ecuatoguineanos y españoles que se oponen a los discursos edulcorados producidos en la exmetrópoli y ofrecen en sus obras una imagen descarnada de la colonización (Ndongo-Bidyogo 1987; Ávila Laurel 2009; Nerín 1998, 2008). Resisten desde los márgenes del discurso dominante, ya que su capacidad de dar forma al imaginario colonial es mucho menor que la de novelas y películas como Palmeras en la nieve. Así pues, las concomitancias formales y temáticas entre los relatos sobre el pasado colonial elaborados en el Estado español y los relatos sobre la guerra civil ponen de manifiesto el impacto que determinados proyectos memoriales ejercen sobre otros. El creciente interés por este pasado colonial está influido –desde el punto de vista estético y político– por la atención que previamente ha recibido la guerra civil en España, de tal forma que tiende a ser conceptualizado mediante relatos como el de la reconciliación, que en el caso de la transición española ha suscitado una gran contestación. Las reivindicaciones de la memoria colonial que predominan en el espacio público no logran, sin embargo, poner verdaderamente en cuestión las dinámicas coloniales sobre las que se sustentan las democracias occidentales, sino que conforman un discurso complaciente con el colonialismo que reproduce en el presente relaciones de poder entre las que antaño fueron metrópolis y colonias.
Artículo publicado en tandfonline.com el 7/10/2018