La curiosidad e inquietud por saber algo más de los países que una vez estuvieron en la órbita de las repúblicas soviéticas nos condujeron hasta Croacia.

Nación escindida de la antigua Yugoslavia, fruto de una guerra e independencia recientes, era un destino apetecible, además de por la belleza que atesora.

Viajamos desde Zagreb a Duvrovnik a lo largo de la costa disfrutando de los regalos que la naturaleza ponía en nuestro camino: Plivitze con sus lagos y cataratas; la costa plagada de islas e islotes; las ciudades de Pula, Zadar y Split con su importante pasado romano y sus habitantes amables y acogedores.

Nos llamó la atención la multiculturalidad presente en la ciudad de Mostar en Bosnia. La llegada a este país, siguiendo el curso del rio Neretva a lo largo de un valle que se angostaba entre montañas, resultó perturbadora.

Acabamos el viaje en Duvrovnik: el paseo por sus murallas, con una extraordinaria panorámica sobre la ciudad, el mar y la montaña, además del baño en las playas del hotel constituyeron un magnífico final de viaje.

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