El revolucionario de palabras

exposicion

 Rafael Rivera, de 63 años, ante los carteles de la exposición que hoy se inaugura en Godella Agus Jorge

«Si el mundo no te gusta, cámbialo», reza un lema del inconformismo. Rafael Rivera ha iniciado la revuelta por medio de la manipulación del lenguaje. Ya ha modelado medio millar de palabras que, tras su intervención con subrayados o añadidos, cobran un significado de denuncia y rebeldía. Hoy inaugura una exposición en Godella con 114 de sus «hijas».

PACO CERDÀ | VALENCIA Al poeta Blas de Otero en su famoso verso le quedaba la palabra; a Rafael Rivera le quedan muchas palabras. Como una especie de taumaturgo del lenguaje, este arquitecto de Godella ha conseguido que las palabras de toda la vida incorporen nuevos significados con apenas el subrayado de algún componente, el añadido de una letra o la inclusión de un texto complementario. Es entonces cuando las letras se rebelan e intentan cuestionar la realidad que a priori denotan. Así ocurre con «Arzoavispado», que refleja «la picaresca de la jerarquía eclesiástica en apropiarse bienes inmuebles por el hecho de registrarlos a su nombre». O con «Bancaja de sorpresas», que es lo que resultaron ser las entidades de ahorros «cuando se destriparon sus interiores y se vio el engaño de las preferentes». O con «Democracia» „con el crac que figura dentro de la palabra subrayado en rojo„, que alude a «cómo ese sueño que teníamos cuando peleábamos por la democracia se ha quedado a mitad camino: no basta sólo con elegir a los dirigentes, sino que es necesario que los políticos se den cuenta de que están al servicio de la colectividad y de que se ha de controlar y supervisar su trabajo con una mayor transparencia».

Las explicaciones las aporta el inventor de estos juegos de palabras que van más allá del humor y que desde hoy cuelgan en una exposición que alberga la casa de cultura Villa Eugenia de Godella y que en parte se nutre de las viñetas que el autor ha publicado en las páginas de Levante-EMV. Las 114 palabras expuestas mantienen en común un espíritu inconformista y rebelde. Como en «Eventolera», que retrata con un síntesis admirable la crítica a «una política de eventos pasajera con la que nos han tomado el pelo a todos los contribuyentes». Otras veces, la reflexión asalta al espectador destacando en rojo una parte de la palabra: como en «Indignación», donde se palpa que el enfado y la rabia no es individual, sino que atañe a todo un pueblo. O con «Trabajo», con el abajo destacado y en la parte inferior del cuadro, porque a causa de la reforma laboral y del paro galopante se ha visto que la fuerza laboral se encuentra en sus escalones inferiores, denuncia el autor.
Sin pretensiones ni ínfulas de ninguna clase («¿es esto arte? ¿es periodismo? No sé lo que es, pero tampoco me preocupa mucho», dice), Rafael Rivera se inscribe en el modelaje de palabras que cultivaron grandes genios como Gómez de la Serna, Coll, Gila, Quino, el Perich o Joan Brossa. Pero, a la vez, es hijo de su tiempo.

Mientras ultima los cuadros de la exposición, va señalando algunos. Por ejemplo, «Asesinada», con ese nada desolador resaltado en un violeta feminista. «Porque asesinan a otra mujer y no pasa nada», lamenta Rivera. Cerca de allí asoma otra de sus obsesiones: «Obeceder», y hay que leerlo bien para darse cuenta de cómo la alteración de una única letra va a la esencia misma de una palabra demasiado acorde con los tiempos. Tanto como el subrayado de «Rescatados», con un atados en rojo. «Estamos sometidos como súbditos en vez de ser tratados como ciudadanos», observa. Tal vez eso constituya una «Desfachatez», que con el destacado de cinco letras que le ha puesto Rafael Rivera apunta a un origen muy concreto.

El autor disfruta explicando el significado de cada una de sus composiciones. «Familia irreal», una institución «alejada de la realidad y que hoy parece anacrónica»; «Privatizar», con el colorido de la parte atizar para reflejar «cómo nos golpean con armas invisibles que hieren nuestros derechos»; o con el juego de palabras «Suben los desprecios», el mayor de los cuales es «el fraude colectivo de la corrupción acompañado de la respuesta cautelosa que el poder da a esta lacra», opina. Eso liga con la palabra «Confianza», que paradójicamente «parece más cerca del banquillo de los acusados que de la posibilidad de confiar en alguien».

Como si fueran cerezas, Rivera va engarzando unas palabras con otras. Sin parar. «Me he vuelto un poco loco», confiesa. «Intento llevar siempre una libretita encima. Así, cuando leo u oigo una palabra que me llama la atención para manipular su sentido, la apunto. Es una obsesión», admite. El último caso es reciente: buscaba celo para los carteles de la exposición y pensó que el celo sirve para pegar, y que también por celos se pega a las mujeres. «Veremos qué saco de ahí», avisa.

Artículo publicado en Levante EMV el 9 de Mayo de 2014

Lugar de la exposición:  Centro de Arte Villa Eugenia. Avinguda Joan Peset Aleixandre, 45, Godella (Valencia)