Propongo que seamos auténticos provocadores y nos apuntemos a la idea más revolucionaria: la amabilidad.
Se habla mucho del efecto contagio de las bolsas y los mercados, que termina siendo una estafa más y una herramienta para atemorizarnos y hacernos tragar medidas vergonzosas. Y también, claro, del contagio de la gripe y otras epidemias. Pero uno de los efectos contagio más brutales es el de los estados de ánimo. Si fuéramos conscientes nos pondríamos mascarilla ante las personas más tóxicas y huiríamos de las situaciones que sacan lo peor de nosotros. En Twitter, por ejemplo, he leído auténticas barbaridades de personas a las que admiro por su educación y templanza, pero que caen en provocaciones y se contagian del ambiente imperante.
A mí me ocurre conduciendo. La agresividad que se respira, el hecho de que cuando quieres cambiar de carril hagan lo posible para impedírtelo, me hace perder los nervios y los papeles. Alguna vez excepcional en que no me pasa y pido perdón con una sonrisa, el que gritaba deja de hacerlo, descolocado. No estamos ni preparados para una respuesta cariñosa.
Porque hay algo que tenemos poco en cuenta: el poder transformador de las personas que llevan la sonrisa puesta, que son educadas, que transmiten optimismo, que nos hacen reír, que cuando pasan por un sitio mejoran el ambiente. No todos los contagios nos llevan a la enfermedad.
ada vez más gente enferma a los trabajos porque hay un discurso competitivo en el peor sentido del término, no desde la ambición de mejorar sino que vigilar que no lo haga el del lado, porque el clima es de miedo y desconfianza. Ahora que puedo pasear, hace días que observo gente hablando por el móvil en la calle, y predomina la que grita, exige, reclama, abuchea. Todos nos consideramos víctimas, pero somos también verdugos porque, al margen de quien ha empezado, todos empujamos esta cadena del mal rollo. Un buen motivo para elegir bien las compañías y para proponernos ser auténticos provocadores y apuntarnos a la idea más revolucionaria: la amabilidad.
Artículo publicado en el blog del autor carlescapdevila.com el 3/12/2016