Pese a todo, la salvadoreña considera que al menos hay que esperar una década para evaluar los cambios reales de la ley, pero insiste en que las autoridades deben cumplir con la norma e invertir en prevención. “El Estado no está invirtiendo ni un solo centavo en que estas violencias no ocurran. La prevención tiene que ver con la transformación cultural, y es la de mayor inversión y más a largo plazo”, sentencia.

“Están asesinando a mujeres líderes de paz en Colombia”

Colombia ha sido de los últimos países latinoamericanos en subirse al carro de la legislación contra el feminicidio. En 2015 aprobó la ley ‘Rosa Elvira Cely’ como culmen de la lucha de los movimientos de mujeres del país. Uno de sus redactores, David Márquez, señala que, a pesar del poco recorrido, “ya hay condenas paradigmáticas e investigaciones serias”.

Ahora el reto es, dice, que las medidas de protección y de atención se cumplan. “Muchas veces, una mujer que va a denunciar que su esposo la golpea se encuentra con un funcionario que le pregunta si es la primera vez. Si lo es, le responde que si vuelve a ocurrir se tomarán medidas”, denuncia.

La primera causa que se ha detectado en este tiempo de aplicación es es la relación de poder de pareja, pero la ley también contempla otros tipos de feminicidios, como los asesinatos de mujeres trans y lesbianas. “En el conflicto armado y fuera de él, se ha quitado la vida a mujeres por su naturaleza homosexual”, comenta Márquez.

La norma cobra especial trascendencia en el proceso de paz que vive el país. “Están siendo asesinadas muchas mujeres que han sido líderes de paz, han trabajado en la restitución de las tierras o han defendido los derechos humanos en los territorios más apartados y más golpeados”, añade.

Suma de desigualdades

Los expertos consultados coinciden en que el empobrecimiento de las mujeres las expone a un mayor riesgo de ser víctimas de feminicidios. Ocurrió con las niñas de Guatemala, que estaban bajo tutela estatal. En el feminicidio convergen, tres “enormes lógicas de poder”, según Hernández: ”La más antigua y extendida es el patriarcado; pero también está el colonialismo, que permite entender por qué continentes colonizados tienen mayor número de asesinatos de mujeres, y el capitalismo, cuya misión esencial es despojar de valor determinadas vidas”.

En Colombia, e l 91% de los casos de violencia sexual se dan en los estratos sociales más bajos y en mujeres que no superan los estudios básicos, asegura Márquez. “Mujer, pobre y afrodescendiente… la suma de desigualdades expone a las mujeres a una situación de mayor riesgo de sufrir violencia de género”, argumenta. Juárez coincide, pero matiza que el fenómeno “no es exclusivo de las mujeres empobrecidas”.

En México, un ejemplo es el de las mujeres migrantes, sobre todo centroamericanas, que tratan de llegar a Estados Unidos. ”Tienen historias terribles: toman pastillas anticonceptivas para cruzar por el país porque saben que van a ser víctimas de violaciones por parte de agentes migratorios, maras, narcotraficantes…”, critica Salas.

La experta relata cómo, en una frontera mexicana, la comisión legislativa que investigó en 2004 los feminicidios en el país halló un “monumento a la violación”: un árbol en cuyas ramas habían colgado ropa interior de mujeres. “Los criminales la colocaban como un símbolo de las migrantes que habían pasado por ahí y habían sido violadas”, recuerda.

La llamada ‘guerra contra el narcotráfico’, constata Salas, ha desplazado la violencia feminicida del debate público: “A las autoridades les ha venido muy bien porque parece que les deslinda de su responsabilidad de investigar y sancionar”. Rechaza el “uso nefasto” del lenguaje: “Cuando se relaciona los crímenes contra las mujeres con la prostitución o con drogas, se las manda automáticamente al lado del ‘no me importa’, porque ‘esa mujer se lo había buscado”.

“Cuando nos empecemos a preocupar por esa niña que no está en las aulas o esa mujer que no está en su trabajo o su casa, cuando decidamos saber qué pasó, avanzaremos. En México no vamos a poder reconstituirnos como sociedad mientras no reconstruyamos nuestro pasado reciente”, concluye.

Artículo publicado en el diario.es el 21-03-2017