En junio de 2000 nos planteamos un viaje diferente. Un viaje “con los cinco sentidos”.
Se trataba de poner a prueba y afinar cada uno de nuestros sentidos con el fin de poder absorber, apreciar y disfrutar todo lo que nos rodeaba.
Ejercitamos la vista recreándonos con el espectáculo de los patios, arabescos, paisajes, construcciones, azulejos, luz y oscuridad de los lugares que recorrimos. Mediante el olfato percibíamos el perfume de los jardines: olor a mirto, romero y tierra mojada.
Escuchamos atentamente el murmullo de las fuentes y una voz recitando “Paseábase el rey moro por la ciudad de Granada…” Por lo que al gusto respecta nos sirvió para disfrutar de la comida sin necesidad de tener que pensar, comprar, cocinar y servir. Finalmente, no pudimos resistir la tentación de impregnar nuestras manos, tocando al pasar por los parterres, de aquellas sensaciones que nos acompañarían hasta el regreso.
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