La carga ideológica de la publicidad sigue haciendo estragos. Deben ser manías mías, casi seguro, pero no puedo resistir los mensajes radiofónicos cargados de dobles lecturas a modo de mensaje subliminal burdo.
No tenemos sueños baratos, declara el anuncio del nuevo sorteo de turno. Y el tipo de la voz en off dice que sueña con un jet privado, con un piloto privado, y un hangar privado. Hasta ahí, sueños de grandeza. Pero lo peor está por llegar, porque añade que todos esos sueños no son para volar, sino para tenerlos ahí quietos, sin que se muevan, y simplemente poder decir, “este avión es mío”. Ahí lo ha clavado. Es la propiedad privada llevada hasta sus últimas consecuencias y disfrazada de inocente anuncio.
Yo no sé cómo serán los sueños de usted, lectora, o de usted, lector, pero hay mucha gente, mucha, que sí tiene sueños baratos, porque sueñan con equidad, con tolerancia, sueñan con el respeto hacia los demás, con la humildad, con el rigor. Sueñan con la risa acompañada, con un sueldo razonable, con poder decir lo que piensan, con manifestarse en una plaza sin amenazas. Sueñan con votar, ya ven, y controlar a los elegidos, con respetar a las minorías, con evitar leyes injustas, con la disolución de las fronteras, con playas sin pelotas de goma. Sueñan con mujeres libres, responsables de sus actos, sin tutelas ni sobrecostes. Son gentes con sueños sencillos, simples, fáciles de entender, gentes para las que el jet privado, la mansión con mayordomo, o estar siempre por encima de los demás, son excesos que no están en su lista de deseos, ni siquiera en los últimos puestos.
En realidad son gente normal y corriente, como ustedes o como yo,  que sueña con una vida digna, con llegar a fin de mes, y también con el progreso, pero no un progreso cualquiera, sino con ese que tiene cara de servicio público, cara de solidaridad, cara de derechos, es decir, un progreso compartido.
Así que no nos cuenten historias de sueños caros, ni siquiera en los anuncios; abran la ventana y miren a la ciudadanía, escuchen, comprueben. Se darán cuenta de la realidad.
 
Rafael Rivera
arquitecto