Corrían tiempos de cambio y quisimos contrastar las noticias que leíamos con la realidad, de modo que nos pusimos en camino hacia Moscú un 25 de junio.
Fueron visitas obligadas e impresionantes el recinto amurallado del Kremlin, la Plaza Roja, el Museo de Historia, el Teatro Bolshoi y la Plaza de las Catedrales. Nos fascinaron las resplandecientes cúpulas de las iglesias y también la magnificencia de su decoración. Nos llamó poderosamente la atención el “palacio subterráneo” que constituye el metro de Moscú, un auténtico museo. Después dimos un paseo por el rio Moscova, disfrutando del entorno.
En San Petersburgo nos reservamos, además de la visita a la ciudad, un tiempo especial para conocer el Museo L’Hermitage, auténtica joya entre los museos, concebido por Catalina la Grande. Realmente impresionante. A esta visita siguió un relajante paseo por los canales de la ciudad, necesario para asimilar lo que acabábamos de contemplar.
No faltó la visita a la residencia de verano de Pedro I, situada en Petrodvorets, que llegó a eclipsar al mismísimo Palacio de Versalles.
A pesar de los pequeños inconvenientes que supone un idioma tan distinto, nunca podremos olvidar a la sorprendente y monumental Rusia.