Cuando en 1970 arrancó el ecologismo político, es probable que pocos imaginasen su influyente futuro. Hoy, se ha asentado como una pieza más de los programas y los debates políticos, una cuestión clave para el futuro de las sociedades. Y, sin embargo, se ha convertido también en un elemento polarizante. Frente a estos choques de ideas, el mañana exige una ilustración ecológica.

Aurora sabe que la vida es más sencilla si no habla. Lo sabe desde los diez o doce años, cuando las intervenciones de los niños comenzaron a sonar por encima de las de las niñas.

Se ha acabado el tiempo de las promesas gubernamentales que siempre están a diez o treinta años vista, mientras las economías siguen haciendo lo de siempre y la amenaza climática se agiganta. Es hora de hacer los cambios radicales e inmediatos que la emergencia requiere, y los rebeldes lo saben.

El machismo de algunos jueces, la necesidad de una perspectiva de género en la judicatura, el error técnico en la redacción de la ley y la mala gestión de la crisis conviven en la misma realidad. Todo esto ocurre a la vez, no son sucesos excluyentes

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