La joven activista sueca, que participará en la COP25 en Madrid, despierta rechazo en algunas personas, no siempre negacionistas del cambio climático. Su edad, su género y su síndrome de Asperger se suman a un incómodo mensaje: que tanto nuestro modo de vida como el sistema deben cambiar si queremos frenar las emisiones que amenazan el medioambiente.

En general, los efectos de la contaminación los sufren siempre los grupos más vulnerables – niños, gente mayor y personas con enfermedades crónicas- que, paradójicamente, son los que menos responsabilidades tienen en la generación de la misma. Es obvio que no podemos elegir otro aire para respirar en la ciudad.

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