Una nueva vuelta de tuerca en los centros neurálgicos del estado social. El nuevo coronavirus parece erigirse en la justificación oportuna de los que ya lo tenían sentenciado para dirigir el penúltimo ataque y eventual derribo del sistema público.
Aun contando con cotas de temporalidad y precariedad laboral muy superiores, el empleo femenino cayó a una velocidad notablemente menor en las peores semanas, una situación que se ha revertido en cuanto ha empezado a atisbarse un ápice de recuperación. Las que mantienen los hogares en pie, cuidan, acompañan y curan desandarán el camino iniciado en marzo: de esenciales a olvidadas.
Ahora que, dadas las circunstancias, se habla con insistencia de un cambio de valores y de objetivos con los que afrontar esta crisis sistémica que afecta a toda la humanidad, no puedo dejar de recordar a tres filósofas que en el siglo pasado ya dieron la voz de alerta. Me refiero a María Zambrano, Hannah Arendt y Simone Weil.