Me duele España porque no sé qué nos pasa. Me duele por no entender qué especie de cortocircuito trumpiano nos nubla la vista y el horizonte. Un horizonte que, de la noche a la mañana, ha amanecido oscuro. Negro. Sin color. Sin luz. Sólo ese gris plomizo de la tiniebla y el miedo de la caverna.