Tú no juegas, le dicen al niño pobre que antes no era pobre. No hay dinero, le dicen los padres. No hay campamento de verano, ni noches bajo las estrellas, ni juegos de agua, ni risas con nuevos amigos, ni picadas de tábano, ni ahogadillas en la piscina, ni cuentos junto al fuego, ni noches de cuchicheos. Tú no juegas, le dicen al niño pobre a quien las monitoras del colegio servían ración doble con un guiño. El mismo que ya dejó de jugar a fútbol y aún tiene colgada en la pared la foto de su equipo. El mismo que pasó frío en invierno porque en su casa no encendieron la calefacción. El mismo que cada noche escuchaba los lamentos de sus padres a través del resquicio de la puerta. El mismo al que a veces le dolía la cabeza, a veces el estómago, a veces ni sabía qué.
Tú no juegas, le dicen al niño pobre que antes no era pobre unos políticos con grandes palabras en la boca y fechas históricas en la agenda, esos mismos políticos responsables de los desahucios, del resquebrajamiento de la sanidad pública, de la creciente dificultad de la escuela para atender a los alumnos con problemas, del escandaloso índice de paro, de la ausencia de futuro para la juventud. Tú no juegas, le decimos todos al niño pobre que antes no era pobre, que pasará las vacaciones en un piso triste, que no podrá recordar los campamentos de verano. Pero sí que alguien le robó las noches bajo las estrellas, los juegos de agua y las risas.
Artículo publicado en El Periódico el 09-06-2014
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