inmigrantes Melilla
Un grupo de personas encaramadas durante horas en la valla de Melilla, juntoa l campo de golf, este martes. Foto: José Palazón.
No hace falta reconocer los derechos humanos de los inmigrantes que intentan cruzar la valla de Melilla, no hace falta ser progre ni de izquierdas ni activista, ni siquiera tener una gran sensibilidad social, para darse cuenta de que poner un campo de golf junto a una valla fronteriza que separa al mundo pobre del mundo rico es una mala idea.
Apenas hay unos metros entre la valla de Melilla y el campo de golf de Melilla, una ciudad de apenas 80.000 personas con uno de los niveles de pobreza más altos de España y con un catálogo de problemas que no tienen que ver precisamente con la falta de instalaciones privadas para deportes de lujo. La paradoja se corona con que, como se ve en esta foto que tomé en 2009 cuando el campo estaba casi recién inaugurado, el proyecto se ha realizado con los famosos fondos públicos europeos FEDER para el desarrollo de zonas empobrecidas. En este reportaje en Desalambrecontamos más de este despropósito. Solo un detalle: el presidente de este club de golf es también el dueño del principal periódico de la ciudad.
cartel melilla

Cartel donde consta una de las ayudas receibidas por el campo de golf por parte de los fondos FEDER. 2009. (Juan Luis Sánchez)

Se podría decir que no hay mucha periferia en Melilla y que si había que hacer un campo de golf – si realmente había que hacerlo, demonios – era imposible hacerlo lejos de la valla. Pero de todo perímetro de la ciudad fue a escogerse la zona que está justo al lado del centro de internamiento de inmigrantes (CETI), ese que las autoridades dicen permanentemente que está atestado de gente y que las ONG denuncian que presenta condiciones infrahumanas. No en otra parte de Melilla. Justo ahí tenía que ser.
Todos los que hemos pasado por Melilla para hacer periodismo sobre la inmigración nos hemos acercado a la parte de la valla donde se concentra el contraste más evidente, más visual, más crudo, más obsceno, entre lo que hay un lado y a otro.
En este reportaje que hice en 2009 junto a Sergi Cámara buscamos también esa contradicción. Para llegar al campo de golf hay que pasar por un puente. Y debajo de ese puente vive un mundo de gente, que entran y salen del CETI abarrotado, y que celebran sus días al sol para no perder la esperanza. A 50 metros del campo de golf.

Pero la foto que José Palazón ha hecho este martes multiplica el sentido de todas las imágenes que hemos tomado los demás.
Caminar durante años, dejar tu casa atrás, perseguir sueños o huir de pesadillas. Todo para acabar encaramado durante horas sobre una valla, rogando que guardia que te espera abajo cumpla la ley y no te expulse inmediatamente. Resistiendo al hambre cuando alguien desde abajo te ofrece un bocadillo como trampa para que bajes.
A su frustración nosotros respondemos con unas vistas de lujo.
La hierba verde brillante del campo de golf, peinada para un swing perfecto, es un escupitajo verde y soberbio del mundo rico en toda la cara de una África pobre, en toda la cara de cada una de las personas que lo miran de reojo mientras su ropa se desgarra en el alambre de cuchillas o unas esposas le arrastran, de nuevo, al otro lado
Artículo publicado en eldiario.es el 22/10/2014