Viajar es vivir aprendiendo y aprehendiendo.  Este año 2019  nos decidimos por Marruecos. Ese país fronterizo con España, con grandes contrastes, exótico, caótico y de gran belleza.

Nos acompañaron en el viaje algunas mujeres de Antígona.

Recorrimos ese país tan cercano con grandes diferencias difíciles  de romper. Desde los lugares más míseros al gran lujo. Con mucha historia. Los franceses y los españoles, la colonización por un tiempo.

Creo que no dejamos casi nada por ver.

En Casablanca, motor económico del país, comimos en el restaurante Ricks’c café. No encontramos ningún piano, ni esa pareja singular de la película, que por cierto se rodó íntegramente en los estudios hollywoodienses. No en vano, en nuestros oídos nos pareció escuchar esa maravillosa canción “El tiempo pasará”. Y tanto, como nos pasó volando este viaje.

Nos esperaba Rabat,  capital del Reino y residencia oficial del rey Mohamed VI. Visitamos la segunda  mezquita más grande del mundo y nos dejó atónitas. Es de construcción bastante reciente  y de un lujo indescriptible. Un país con grandes bolsas de pobreza. Vivir para ver. Tánger, Fez y Marrakech- Esta última  con su elegante y esbelta Koutoubia, hermana gemela de La Giralda de Sevilla, y su gran plaza Jemaa el F-naa , poblada de encantadores de serpientes, narradores de cuentos etc., y todo el exotismo que podemos  imaginar.

El té de menta, nos acompañó todos los días.

Volvimos haciendo un esfuerzo por incorporarnos a nuestra civilización, a otra forma de vivir.

Creo que como en cada lugar,  la felicidad existe para el que la busca.