Pero que vivan vivas. Solo así tiene sentido la vida. Solo así. Nada de discriminaciones, nada de posesiones en el amor; nada de celos, ni de cariño mal entendido. Es que yo soy muy celoso, dice aquel. Y todo el mundo le entiende, y lo acepta. Eso quiere decir que conmigo o con nadie; que solo puede quererme a mí, y cosas parecidas. Así empieza todo.
Pero este país no da importancia a esas semillas de la violencia. Está bien encarcelar al delincuente, al que arremete, al que abusa, al que mata. Es la ley. Pero hay que erradicar el origen del conflicto.
Tal vez deberíamos empezar por la Constitución. Es sonrojante que todavía mantengamos una supremacía masculina en la jefatura del estado. ¿Hay alguna justificación? Ya sé que la monarquía tiene pocas justificaciones hoy, pero imaginemos que solo pudiera ser presidente de la República un hombre, sería un escándalo. Ya ven, aprobamos leyes de igualdad, pero solo hasta cierto punto.
O pensemos la de veces que incorporamos un adjetivo posesivo al referirnos a mi mujer, mi amor, mi tesoro, mi señora y otros “mis” amorosos que refuerzan ese carácter adjudicatorio de los sentimientos, y que acaban en la maté porque era mía. Por no hablar de los chistes, los refranes, los dichos y toda esa retahíla de comentarios, aparentemente intrascendentes, que almacenan supremacía machista por todos los lados. Sustituimos el verbo amar por el de querer, pero no significan lo mismo.
Ya no es momento de minutos de silencio ni de grandes declaraciones. Esas hay que hacerlas en casa, en la oficina, en el taller, en la empresa, en el colegio. Tú, mujer, eres igual que cualquier otro; no tienes por qué soportar ningún acecho, ninguna presión, ningún comentario. Puedes enamorarte de quien quieras, y desenamorarte sin correr riesgos. Nadie es de nadie.
Y creo que es hora de que seamos los hombres los que demos un paso al frente y denunciemos que todo eso no tiene nada que ver con la esencia de ser hombre, nada; ni mucho menos con el amor, el cariño o los afectos. Solo tiene que ver con pensamientos retorcidos,  con criminales, y con una falsa cultura, multiplicada con los años, que resulta tolerante con la llamada violencia de género.
Pongámonos en pie de guerra pero no solo con los asesinatos, que también, sino con todo el origen oculto de una mentalidad, arraigada en la supremacía del macho, que es necesario denunciar, combatir y eliminar para siempre.
 

Rafael Rivera

Arquitecto.